"Me llamo Lester Burnham. Este es mi barrio. Esta es mi calle. Esta es mi vida. Tengo 42 años. En menos de un año habré muerto, claro que eso no lo sé aún. Y en cierto modo, ya estoy muerto. Aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para mí el mejor momento del día. A partir de aquí, todo va a peor”.
Esta ha sido una de mis películas preferidas durante muchos años y sigo sin quedarme indiferente ante esta magnifica obra maestra.
Lester Burnham, papel interpretado por Kevin Spacey, uno de los mejores actores de nuestro tiempo, es un hombre que ha llegado a la edad adulta habiendo olvidado su identidad. La única diferencia entre él y muchos de nosotros, es que el consigue despertar de su profundo letargo.
En uno de esos días de su insignificante vida, el protagonista queda embriagado por la belleza de la mejor amiga de su hija, que le hace despertar de su aturdimiento.
Consiente de la mediocridad de su existencia, y de lo banal y ridículo que es su entorno, comienza a revelarse contra los patéticos, y faltos de sentido, roles sociales.
Todo lo que había detestado en silencio deja de ser un secreto para él y los que le rodean.
Así, el castillo de naipes cuidadosamente construido con mentiras por los absurdos personajes que le envuelven, se ve derrumbado, dando paso al añorado sentimiento de libertad del personaje.
El director, Sam Mendes, revela mucha de la basura que se esconde tras la aparentemente dulce cara de nuestra sociedad, desenmascara el feo rostro de la vanidad, el egoísmo, la envidia y la falsedad, equivocados valores que quedan ocultos bajo imagenes de gente sonriente.
Personajes ridículos a los que llegas a detestar y que no están tan lejos nuestra realidad como nos gustaría.
Este film es una crítica demoledora no solo a la sociedad americana, si no al capitalismo en general.
Un bonito retrato de falsa felicidad y sonrisas forzadas, amabilidad,apretones de manos y jardines con cesped artificial.
Da pena comprobar lo equivocados que estamos en la mayoría de los aspectos de nuestra vida. Espero impaciente el momento en que despertemos,como Lester Burnham, de nuestro interminable letargo.
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